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lunes, 29 de noviembre de 2010

Algunas reflexiones acerca del retorno de la economía civil en territorios comunitarios

Hasta el cansancio se habla sobre la necesidad de considerar a la economía como una ciencia social, ampliando el alcance de la disciplina para superar el reduccionismo a la cual ha sido sometida por parte del paradigma de la moderna economía política. Intentos en esta época de crisis internacionales producidas por el afán mecanicista del monetarismo sin regulaciones de Milton Friedman, con pretensiones de asépticas en cuanto a las subjetividades de la población.
La autodenominada visión “técnica y racional” se ha extendido tautológicamente a la sociedad, pero no ha sido capaz de explicar sus limitaciones al marginar a un segmento considerable de la población de los circuitos comerciales, consumo y de la propia distribución de la riqueza. Desde el punto de vista social, las últimas crisis han demostrado su carácter entrópico por cuanto, a nivel generalizado, se ha perdido el sentido de sociedad y de comunidad.
Sin embargo, en los últimos diez años se viene afirmando con fuerza una recuperación de la perspectiva de estudios de la economía civil. Esta teoría económica encontró sus raíces en la tradición del pensamiento filosófico que se remite a Aristóteles y Cicerone que, posteriormente, sería reflotado en la modernidad por una de las principales corrientes económicas de la época: la escuela napolitana. Paralelamente, en Escocia, se desarrollaban los principios de economía política Adam Smith y Hume.
De hecho, antes de que “La riqueza de las naciones” viera la luz pública, en la Universidad de Nápoles, en 1753, se publicó la obra “Lecciones de comercio, o sea de economía civil” de Antonio Genovesi, catedrático de comercio y mecánica en la misma casa de estudio. El libro marca un punto de inflexión en la historia de la economía, según lo declaró siglos después Schumpeter, más allá de que sufriera un pequeño y decisivo detalle: El paradigma de la economía civil del siglo XVIII fue progresivamente sustituido por el paradigma de la economía política británica.
Después de más de dos siglos de dominio este modelo aún continua en expansión, dejando en el camino a los demás que han intentado ocupar su hegemonía. Sin embargo, actualmente se aprecia un renacimiento italiano al interior de sus círculos académicos para reflotar el paradigma de la economía civil. Tanto es así que, sobre esta base, en Italia se prepara el lanzamiento de una bolsa social, cuyo objetivo es crear un mercado de capitales para financiar las obras de las empresas sociales. Esta última categoría fue creada y aprobada por el Parlamento Europeo en febrero de 2009.
El concepto de empresa social se enfoca a responder las necesidades sociales de las personas, creando un valor social en vez de maximizar el lucro. En otras palabras, los beneficios generados por la empresa se deben reinvertir en ella misma con la finalidad volver a dedicar estos recursos a favor del objeto social o del interés general bajo el cual ha sido creada la empresa.
Dicho tipo de empresa se ajusta al paradigma de la economía civil que considera el aspecto dejado de lado por el modelo de economía política de Smith: el principio de reciprocidad. Ello, bajo la óptica de la economía civil, se asocia con la idea de apreciar al mercado como un espacio de desarrollo civil y humano, construido de relaciones horizontales. En ese sentido, estas nociones eran compartidas por Adam Smith, contrariamente a lo que se piensa.
Y es que el tipo de liberalismo económico que se ha desarrollado en los últimos 30 años ha cristalizado subjetividades tan duras que son difíciles de rebalsar, pero el mismo Smith era consciente de la importancia del Estado para incentivar el principio de redistribución de la riqueza y así compensar la ausencia del principio de reciprocidad de su modelo económico.
La diferencia esencial entre ambas concepciones económicas para por el principio de reciprocidad. Según el punto de vista de la economía civil, éste debe ser considerado como una relación entre personas distintas y no un nexo entre preferencia individuales, como plantean los seguidores de Smith. La idea de relación contenida aquí apunta priorizarse por sobre las opciones individuales para no ser transformada en una razón instrumental que tiende a jugar a favor de sólo una de las partes.
A partir de ello, la propuesta de economía civil escarba en las ideas aristotélicas acerca de la reciprocidad en el sentido de ser un vínculo social que tiende a mantener unida a la comunidad inserta en la polis. La reciprocidad, de este modo, tiene un significado amplio, dinámico y abierto que circula en el cuerpo social, superando con creces al reduccionismo del paradigma de economía política que define a la reciprocidad como un intercambio de dones y nada más.
Extender este principio práctico, por el cual también abogaba Smith, para que la economía produzca inclusión social. La preminencia de los bienes relacionales, o una mayor cuota de presencia de estas prácticas en los sectores rezagados por el actual modelo económico, particularmente a través de bienes de acceso y uso público como el deporte, salud, arte, cultura, educación, tal como lo hacían las ciudades Estado del siglo XIV en Italia, donde los capitales acumulados en las bolsas sociales financiaron la construcción de escuelas, colegios de artesanos, hospitales.
Debido a que no faltarán las voces que plantean la inviabilidad de este tipo de iniciativa en el complejo actual de la economía, la verdad es que la bolsa social se justifica plenamente en el nivel microeconómico, en territorios determinados y en organizaciones de tipo comunitario destinadas al comercio justo y el cooperativismo sustentable.
El financiamiento de la bolsa social en la Unión Europea provendrá de los propios ciudadanos como inversionistas, transfiriendo ahorros de comunidades para financiar empresas sociales, las cuales no tienen un carácter especulativo, sino que se centran en la distribución de dividendos sujetos a un porcentaje determinado. Su actividad se basa en las nuevas métricas de indicadores sociales, en vez de la tradicional estructura de precios.
Ante las insuficiencias distributivas y participativa de la producción capitalista industrial, la filosofía que anima al paradigma de la economía civil entrega coordenadas reales como alternativa a la crisis relacional que no puede ser solucionada con la lógica del mercado ni con la burocracia excesiva que basan sus reglas de convivencia en el riesgo permanente.
En el caso chileno, iniciativas de esta clase son más difíciles debido al déficit relacional a nivel del capital social, especialmente en aquellos sectores periféricos dejados por las dinámicas del paradigma de la economía política implantada en los ochenta, la cual contiene elementos de anarcoliberalismo más altos que Estados Unidos. A ello le debemos agregar la estructura social cerrada históricamente existentes.

Sin embargo, el desarrollo en los últimos años de las organizaciones de la sociedad civil las encuentra en un estado apropiado para iniciar diversos proyectos, con ayudas económicas de la UE, a fin de impulsar este paradigma alternativo en ciertos territorios, aprovechando las sinergias y la reconstrucción de lazos sociales que se llevan a cabo en las experiencias de la producción éticamente responsable y del comercio justo.