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viernes, 24 de marzo de 2017

La imposición de lo verdadero y falso desde Nietzsche a Foucault en el campo político y económico

La razón moderna con fines universalistas se ha vuelto molesta para una no despreciable cantidad de la personas en estos tiempos de globalización, especialmente en el campo de las relaciones de dominio del orden político y económico, donde se ha instalado un tipo de esquema lógico en torno a lo verdadero y lo falso.
Estas dos última categorías son claves en la relación entre sociedad política y sociedad civil, en el contrato o pacto social entre gobernantes y gobernados. Lo verdadero y lo falso, la verdad y la mentira como pregunta filosófica dentro de cada sociedad están estructuradas a través de prácticas discursivas que se plantean como una permanente relación de poder siempre circulando y en constante adaptación.
Detrás de lo que conocemos como sistemas políticos con sus respectivos tipos de cultura política se ubica una plataforma de relaciones de dominio que establece una aproximación de verdad que tiende a disfrazarse de eterna, inherente a la naturaleza humana. Este ejercicio crea una superficie de relaciones cruzadas bajo el principio de lo que se conoce como "lo políticamente correcto", siendo el blanco de críticas de la llamada filosofía de la sospecha, cuyos máximos exponentes son Fiedrich Nietzsche, a partir de cuya obra surgió el análisis y la propuesta epistemológica de Michel Foucault.
Ambos filósofos toman la construcción de lo verdadero y de lo falso en las relaciones sociales.
En su trabajo "Sobre verdad y mentira en sentido extramoral", Nietzsche aborda la problemática que ha significado para el hombre lo que se interpreta como verdad, identificando el inicio de esta búsqueda en la necesidad del hombre de terminar con el conflicto mediante la paz social, algo que nos remite a la idea hobbesiana del pacto de sujeción social para poner atajo al "hombre lobo el hombre" y que más tarde sería también abordada por John Locke con el contrato civil y el contrato social de Rousseau en el periodo en que se cimienta la ilustración con su propuesta de razón universal.
Según Nietzsche "este tratado de paz conlleva algo que promete ser el primer paso para la consecución de ese enigmático impulso hacia la verdad. Porque en este momento se fija lo que desde entonces debe ser verdad, es decir, se ha inventado una designación de las cosas uniformemente válida y obligatoria, y el poder legislativo del lenguaje proporciona también las primeras leyes de la verdad, pues aquí se origina por primera vez el contraste entre verdad y mentira. El mentiroso utiliza las legislaciones válidas, las palabras, para hacer aparecer lo irreal como real".
Con el análisis del pensador alemán entran en juego las relaciones de poder, del lenguaje y del conocimiento, por ende, del discurso, a la hora de abordar la influencia de la esfera económica y política sobre la sociedad. En este sentido Nietzsche recuerda que el hombre quiere a la verdad siempre y cuando esta tenga impactos benéficos o "agradables" a la vida, por lo que no dudan en rechazar la verdad cuando esta es perjudicial o destructiva. De ahí que la filosofía de la sospecha tenga un campo de cultivo en el momento en que el dominio se perciba perjudicial en la vida cotidiana de los gobernados, quienes atribuyen como un fraude a la verdad construida a partir del "tratado de paz", mencionado por Nietzsche. La arbitrariedad del lenguaje y en la construcción de conceptos con pretensiones de instalarse como una verdad lleva a Nietzsche a definir esta última como "un ejército móvil de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas, adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, a un pueblo le parecen fijas, canónicas, obligatorias: las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son, metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora consideradas como monedas, sino como metal".
Para Nietzsche en las palabras, entendidas como representaciones, hay una tendencia a estandarizar las diversidad de cosas. Las palabras agrupan las cosas dispersas y diferente, tienden a absolutizar lo particular, lo que lleva al filósofo alemán a sostener que son las acciones individuales las que dan a conocer realmente el sentido de las palabras. La honestidad, ejemplifica, se conoce realmente por las acciones honestas que por la palabra misma. Es decir, la palabra sin una manifestación práctica no es real, sino que es vacía, una mera representación. El concepto, según Nietzsche, es entregado por la "omisión de lo individual y de lo real".
Años más tarde Niezsche vuelve a la carga sobre la verdad y la mentira en su obras "Humano demasiado Humano", donde señala la necesidad de contar con una filosofía del coraje y de la audacia para desenmascarar a la mentira que se impone como la verdad. En el aforismo 30 plantea: "Las conclusiones erróneas más habituales del hombre son las siguientes: si una cosa existe, está legitimada. En este caso, la legitimidad se deduce de la capacidad de vivir, de la adaptación a un fin. Si una idea resulta beneficiosa, es verdadera; como su efecto es bueno, aquélla es buena y verdadera. En este caso, se aplica el efecto al predicado: beneficioso, bueno, en el sentido de útil, y se atribuye entonces a la causa el mismo predicado: bueno, pero aquí en el sentido de lógicamente válido. Las proposiciones recíprocas a éstas son: si una cosa no puede imponerse ni mantenerse, es incorrecta; si una idea atormenta y excita, es falsa. El espíritu libre, que aprende a conocer con harta frecuencia lo que tienen de vicioso esta forma de razonar y a sufrir sus consecuencias, cae a menudo en la seductora tentación de deducir generalmente lo contrario: si una cosa no puede imponerse, es buena; si una idea produce angustia e inquietud, es verdadera".
La critica nietzscheana se centra en la tendencia a considerar lo bueno, lo correcto sobre la base de los afectos que tienen los hombres, en circunstancias de que no todo lo que es útil afectivamente para los hombres es necesariamente bueno ni útil, ni psicológicamente válido. El convencionalismo que nace del tratado de paz, asumido desde la instancia política hace ver que lo conveniente sería lo verdadero, y viceversa. El hombre se convence de las buenas noticias, aunque estas bajo su superficie no sean realmente convenientes, ni buenas.
Por ejemplo en el debate sobre la economía política actual se plantea que la verdad está puesta en las estadísticas, en lo que dicen los números acerca del crecimiento económico y empleo, dejando de lado realidades individuales y grupales al interior de la sociedad.
Este error lógico, según Nietzsche, lleva al hombre a enfrentar realidades distintas a las que se esperaba bajo el constructo de lo conveniente, creando frustración hacia los que gobiernan. Considerar verdadero lo que no es conveniente es una desafío para el espíritu libre que debe enfrentar el reduccionismo de lo verdadero y de lo falso, para lo cual la verdad debe escapar de este esquema. El hombre no tiene necesidad de verdades absolutas que se establezcan como convenciones que diriman lo que es verdadero y falso, sino que el hombre requiere de seguridad en su enfrentamiento con el mundo al que es arrojado, lo que -para Nietzsche- implica una opción de coraje.
El pensamiento de Nietzsche sobre lo verdadero y falso es seguido por Michel Foucault, en sus clases del College de France que se agruparon en la publicación de "El Origen de la biopolítica", donde sostiene la construcción de lo que él llama "un régimen de verdad", se apoya en la idea de una filosofía de la naturaleza humana de carácter estático, que debe ser aceptada por el hombre, especialmente por los gobernados.
Según Foucault el acoplamiento de una serie de prácticas de un régimen de verdad "forma un dispositivo de saber-poder que marca efectivamente en lo real lo inexistente y lo somete en forma legítima a la división de lo verdadero y lo falso".
"Lo inexistente como real, lo inexistente como elemento de un régimen legítimo de verdad y falsedad, es el momento  -en las cosas que hoy me ocupan- que marca el nacimiento de la bipolaridad disimétrica de la política y de la economía. La política y la economía, que no son cosas que existen, ni errores, ni ilusiones, ni ideologías. Es algo que no existe y que, no obstante, está inscrito en lo real, correspondiente a un régimen de verdad que divide lo verdadero de lo falso", afirma el pensador francés.
El establecimiento de un régimen de verdad con un orden discursivo que imponga verdades que son constantemente cuestionada es el reflejo de la tensión del esquema de lo verdadero y falso dentro de cada sociedad, en un proceso que también se ha vuelto universalizante con el proceso de globalización y con verdades fabricadas sobre el orden económico, donde las realidades locales y particulares son absorbidas por un discurso absolutista, globalizante y quimérico, que se plantea como una solución, una receta para todas partes.
Así como este dispositivo de poder-saber, que levanta un régimen de verdad que arbitrariamente decide qué es lo verdadero y lo falso, se aplica en el campo de la economía-política, en la arena política se instala a través del orden discursivo de valores sociales y de lo "políticamente correcto", de acuerdo a los intereses de la técnica gubernamental y de los grupos históricamente dominantes en la sociedad. Aquí la tendencia es instaurar una filosofía perenne, que no se modifica en el tiempo, como el derecho natural, o valores transcendentales al hombre, en que cualquier crítica es considerada como algo falso, un "canto de sirenas", una utopía, sin considerar realidades particulares que se ven perjudicadas por el impacto de la verdad establecida.
En la dinámica de imponer lo verdadero y lo falso se insertan prácticas discursivas que busca adaptarse a los intereses de los que arbitrariamente imponen la dualidad verdadero-falso. Es el caso de las élites políticas y económicas que arbitrariamente imponen prácticas discursivas con sus propios lenguajes que catalogan de falsas las alternativas que critican los efectos generados por el régimen de verdad instalado. Por ejemplo, en este sentido se pueden mencionar argumentos de defensa a la evasión de impuestos por parte del gran empresariado o el financiamiento a partidos políticos, los cuales son tratados como realidades que pueden ser aceptadas en la sociedad, dejándolas en el terreno de lo verdadero, a nivel superficial, cuando debajo de esa superficie existen otros discursos circulando que cuestionan esta verdad. 

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